Los oídos, la piel, las glándulas olfativas y gustativas, la vista, la intuición, pero también la montaña, los pies, los pañuelos, las risas, la merienda, la erótica… han sido protagonistas de este último taller intensivo de escritura creativa cuyo tema era Los sentidos. Y es cierto que hemos trabajado los cinco sentidos, relegando la vista a un segundo plano porque nos tiene muy acaparadas las percepciones. Pero también nos hemos llevado grandes momentos de inspiración, de amistad y complicidad, de diversión, de deleite de los sentidos, de grandes y pequeños escritos que siempre llevaremos con nosotras y de muchas risas, aunque también lágrimas.

Recordaremos siempre, estoy segura, nuestro paseo del sábado por la mañana, esa flauta dulce que casi, casi, nos amarga el primer texto, las carreras entre los pinos, las gallinas irrespetuosas, los ciegos y lazarillos, la empalagosa merienda con más de un recuerdo agridulce, y aquellas mujeres leyendo altivas, melancólicas, cabreadas o que intentaban un acento franco-alemán. Y, cómo no, esos oídos traicioneros que se sentían bastante descuidados, aunque no menos que Casilda, encerrada en su peculiar Principado. Tampoco olvidaremos las manos sucias, los alfileres de los pinos, esa anciana subidita de tono, la niña que creía que no sabía escribir así, la mujer que supo huir de la montaña y se fue a la playa, la amante del guarda forestal o nuestra analizadora de textos… Y, por encima de todo, el sexto sentido, ese que nos ha hecho disfrutar del entorno y de nuestras compañeras de viaje, ese sentido que nos guió hasta allí y que nos dice que volveremos.